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Todos los jardineros sueñan con céspedes eternamente verdes y flores siempre exuberantes. A menos que viva en un clima ideal donde la suavidad y la humedad se combinen naturalmente, no puede prescindir del riego regular. El riego debe humedecer el suelo profundamente pero no debe inundarlo en la superficie. Por lo tanto, evite empacar la tierra al pie de las plantas. Riegue suavemente para mantener toda su flexibilidad y permeabilidad al suelo. Azada la tierra alrededor de las plantas entre dos riegos para facilitar la absorción de agua. Evite el riego repetido de la superficie, que hace que las raíces se extiendan sobre la superficie húmeda, haciéndolas vulnerables a la sequía. Nunca moje las flores o flores a la luz solar directa para evitar quemarlas. Además, algunas plantas, como los tomates o las rosas, nunca deben tener el follaje húmedo, esto promueve ciertas enfermedades. Tenga en cuenta la naturaleza de su suelo. Si es arenoso y permeable, requiere riego frecuente, escaso pero casi a diario. Por el contrario, si es arcilloso o pesado, su impregnación requiere un riego abundante pero menos frecuente.